Gema, la propietaria, nos dio una cálida bienvenida. Explicó las características de la edificación y del terreno, posteriormente nos mostro el interior de su bodega, en la que pudimos ver los tanques de fermentación. Después entramos en una sala de exposiciones que mostraba varios utensilios encontrados en las ruinas cercanas. En la última sala estaban las barricas y botellas de vino embotelladas. Gema tuvo la gran amabilidad de deleitarnos con dos de sus vinos: Un blanco Chardonnay acompañado de una deliciosa tapa de tortilla de patatas y un tinto Chinchilla Roble con una tosta de Foie-grass y cebolla caramelizada. En mi opinión eran vinos estupendos en olor y paladar.
Después nos despedimos y marchamos hacia Descalzos Viejos, la otra bodega cerca del tajo de Ronda.
Cuando llegamos, otro simpático perro nos dio la bienvenida y con él, el enólogo del lugar llamado Vicente. Lo curioso de esa bodega es que está construida en un antiguo monasterio del siglo XVI, que debido a las posteriores desamortizaciones de Mendizabal, se le expropió el monasterio a la iglesia y se utilizó para el pueblo.
La bodega está adaptada a la histórica estructura y reformada en muchas partes, vimos sus patios, maquinaria y como no, su vino, que Vicente nos permitió probar dos de sus mejores tintos en un mirador espectacular. Una vez nos explicó toda la historia del monasterio, como funcionaban sus maquinas y las características de su terreno, nos despedimos y marchamos hacia el centro de Ronda para almorzar.
Allí visitamos un poco la ciudad y vimos varios monumentos como la plaza de toros o el glorioso tajo.
En conclusión, fue una interesante y agradable visita, en la que pudimos aprender de primera mano cómo son las bodegas y como se hace el gran vino de Ronda.
Texto: Santiago Bonilla Conejo
Os dejamos con algunas imagenes de la escursión...